¡Ahora han entrado a un nuevo inicio!
Antes
del artículo de Navidad de este año, quisiera invitarlos a pasar una navidad
con el CD de Product Placement
navideño más nostálgico de los últimos años. Los Villancicos con Sabor a
Navidad de Coca Cola son una experiencia que no te puedes perder musicalmente
para…
We wish you a merry christmas, and a Coca Cola for y... What?
¿Qué
carajos estoy haciendo? Que vergüenza, y eso que ni la digna organización me
paga para esto. Como sea, por mi que escuchen los villancicos de Pepsi
interpretados por la nunca controversial Madonna y su estilo Like a Virgin que le queda perfecta para
estas épocas…
Pero
ya siendo sinceros, el disco de la gaseosa más alegre de todos los tiempos no
está mal. Es… como cualquier otro disco temático de Navidad, sólo que da
nostalgia y tiene diversas odas a la marca (como
si no las tuviera ya). Dejó el vínculo de la playlist en YouTube aquí abajo (Por
si el ocio los invade).
¡Ahora sí, comencemos!
¡Ahora sí, comencemos!
Para los realmente expertos en la técnica del desocupe, aquí está el mentado álbum en una playlist de YouTube (o al menos, lo intenté...)
Pretendía
hacer una carta de navidad como el año pasado. Sin embargo, la inspiración no
estuvo muy de mi lado en estos días. Así que, disfruten este microcuento de
navidad que les traigo con la pobrísima literatura que en este momento tengo.
Ahí les dejo, para que lo disfruten en unos minutos de su vida.
Un cuento de navidad como cualquiera… pero
sin el cualquiera
Estaba
sentado en la banca más remota de la plazoleta principal de un pueblo de la
sabana, infinitamente lejano para muchos hijos de premium, los cuáles se
asomarían a esos lares sólo para presumir de los alumbrados navideños en sus
nada escuetas cuentas de Instagram. El joven de 25 años tenía características
similares al estereotipo hombre juvenil: alto, un poco barbudo, y con una
figura que hasta los actores de la novela del momento envidiarían. Era bastante
ignorante, eso sí, con un pensamiento tan materialista que hacía oda al
principio de aquella canción de Rubén Blades: El muchacho plástico por
excelencia.
Un recordatorio de la canción del poeta de la salsa... (Imagen de Akifrases.com)
¿Por
qué tanto alboroto por la figura? Sencillamente era un imán para diversa clase
de mujeres (y algún que otro hombre) que
se lo imaginaban como la pareja de sus sueños. Puede que fuera insensible o
detestable, pero jamás estúpido. Enamoraba a sus presas (sí, porque un servidor llama así a cualquier jovencito o jovencita que
se decante por ese tipo de personas) con las típicas cosas de siglo XXI:
coqueteos, manera de hablar seductora (al
menos para sus presas), y un sutil alardeo de sus características físicas.
¡Y voilà! Nada de romanticismo, ni
cartas, ni canciones, ni poesía, ni experiencias diferentes al contacto carnal…
Eso automáticamente para Nico calzaba como cursilería innecesaria. Y le
funcionaba, porque su manera de cortejar atrajo a más de uno.
Sí,
uno. Sepan que nuestro individuo protagonista es bisexual. Disfruta el momento
con quién vea potencial pasional-sexual exclusivo para luego descartarlo a la
semana (o al día siguiente) por su
próxima presa. Pueden decirle hipócrita, mentiroso, manipulador… pero nunca
intolerante o discriminador. Nico le entraba al que le viera ese mentado
potencial, así tenga más orientaciones sexuales que las reconocidas por el
humano promedio.
Después
de esa medio-extensa caracterización, regresemos a su realidad desenfrenada.
Que en ese momento no lo parecía, porque durante una hora había esperado a la
cita (mejor dicho, presa) de esta
semana. La susodicha vivía a dos cuadras del sitio en donde, desesperado, el
joven había esperado por 60 minutos que el sentía como 600. No era muy paciente
que digamos, pero por alguna extraña razón no se había roto ese delgado hilo de
paciencia que ha tenido desde que estuvo en el vientre de su madre. Continuo en
su espera.
Imagínense un parque similar a este, con decorados y demás adiciones
Pudo
haberse ido del lugar, pensando y maldiciendo a la señorita cual melodía
pegajosa de Molotov, cuya letra le pondría los pelos de punta a cualquier
feminista empedernida. Sin embargo, eso no sucedió. Más bien, empezó a detallar
cuidadosamente cada una de las decoraciones que se encontraba en esa plazoleta.
No se tomaba sus típicas selfies,
sino que seguía caminando alrededor de aquel paraje en ese pueblo. Mientras
observaba el árbol, las luces, los pesebres y todo eso; pensó detenidamente el
porqué se encontraba allí. Por una señorita, quizás… Que tarde o temprano
caería a sus pies por un pensamiento superficial insensato… Insensatez es lo
que él había tenido toda su vida al aprovechar la apariencia de playboy para vivir la vida como un donjuán (Y en todas sus extensiones). Aquella reflexión no le enseñaba nada
más, aparte de una moraleja rutinaria de no sólo enfocarse en las apariencias
para tener sexo gratuito. Por lo cual, ignoró sus pensamientos que querían
escapar del sujeto plastificado.
Tener la mente así no era normal en lo absoluto para alguien como aquel joven
Aún
así, sucedió algo más. Vio a un niño triste. Tenía unos 7 u 8 años y para Nico,
era su antónimo casi perfecto: Inocente, lucía bondadoso, y su jean estaba lo
suficientemente roto para lucir desgastado. Estaba sentado en frente de él, en
otra banca con aspectos iguales a los que tenia aquella en la que se
encontraba. Llamaba la atención el llanto poco ruidoso pero muy particular en
el que estaba inmerso el infante. Así que, cual desocupado, desinteresado (y un
poco entrometido), Nico se ubicó al lado del chico para ver si lo podía ayudar
con algo.
—¿Qué
te sucede, niño? — Pregunto Nico, de forma atenta (algo que no hacía desde su
primera vez).
—Realmente
me siento solo. Mis padres sólo piensan en ellos mismos, en sus peleas, en sus
discusiones… Sabías que terminan de discutir tan rápido, que cuando los veo
diez minutos después ya están haciendo un segundo piso de humanos— Contestó el
mocoso, con una cara medio distraída.
—Pienso
que sería genial que te distrajeras un poco de esos problemas, que un niño de
tu edad no debería tener— Dijo el muchacho. Luego, agregaría lo siguiente —Tal
vez sería buena idea que te llevara a un parque de diversiones. Con eso,
realmente disfrutas la navidad y yo también puedo desprenderme de la vida tan
desprendida que he tenido—.
—¿A
qué te refieres con desprendida? — Insistió curioso el niño.
Nico
recordó los múltiples placeres carnales acompañados de una gama nada pobre de
gemidos que había escuchado a lo largo de 7 años, cuando su vida se convirtió
en la perfecta rutina de un playboy.
Por obvias razones, no se lo podía expresar de manera explícita al niño. Así
que le respondió con un simple —Nada en especial niño. Sólo una palabra
insignificante que usamos los jóvenes todo el tiempo—.
Lo que no sabía el niño era que Nico también gustaba mucho de hacer segundos pisos. Que curioso...
Primero
le compró un burrito lleno de arroz y frijoles en la tienda que vio primero
cerca de la plaza principal. El niño estaba feliz y nuestro donjuán podía
entender, sin un placer sexual de por medio, lo que era el dar: ofrecer alegría
a una persona sin nada a cambio. Ya fuera comida o la ida al parque de
diversiones prometida, era notable que la empatía de Nico era real y muy
generosa. De igual manera, siguieron hablando y caminando para llegar al parque
de diversiones, cuya cercanía era más que inexistente. Sin embargo, en ese
momento no era relevante ese detalle tan “insignificante”.
Unas 5
cuadras después, todo parecía ir de maravilla. Y el muchacho estaba contento de
ver al niño en un estado latente de felicidad que el le había obsequiado en el
marco de toda la inocencia del mundo. En ese momento, se encontraron con dos
siluetas de estatura mayor a la del niño, pero menor a la del playboy. Una pareja de adultos que
sobrepasaban los 40 años, cuyos ánimos aún no se habían desaparecido por
completo por la edad.
—Al
fin te encontramos, Nico. ¿Dónde estuviste? Apenas terminamos entre tu papá y
yo de formar un segundo piso, no te hallábamos por ningún lado. Nos preocupaste
mucho, y caímos en cuenta de que no pensamos mucho en ti— Dijo la señora
pelinegra que tenía un cuerpo bien cuidado, como si hubiera sido modelo de ropa
hace unos 20 años. Su nombre era Natalia.
—No
hay problema. Él es mi nuevo amigo. Íbamos a ir a un parque de diversiones y… —
Respondió el pequeño hasta cuando fue interrumpido por su padre.
—No
vale la pena, hijo. ¿Sabes qué? Si vas con nosotros inmediatamente, te presto
un juguete de 999 juegos en 1. Son los que están de moda y tus amigos van a
querer uno. —Le dijo el hombre, cuyo nombre era Robert, y cuyo bigote tenía el
mismo diseño que el de Mario. Por lo visto, su barbero pasaba mucho tiempo
jugando videojuegos.
—Sí,
sí, claro que sí. ¡Al fin! — Celebró el infante, con entusiasmo.
—Pero
íbamos a ir al parque de diversiones. Pensé que te gustaría ir. Pensé que no te
importarían las cosas materiales. Pensé… — Reclamo Nico, totalmente anonadado.
El niño lo interrumpió.
—Claro
que no, desconocido. Nunca dije que no me gustarían los 999 juegos en 1. Sí… Ya
no quiero ir al parque de diversiones, ya no me gusta. ¡Sólo quiero mi juguete!
—Dijo el niño, más emocionado que antes.
—Pero
es prestado…— Expresó el muchacho.
Sí, uno de estos. ¡Prestado! (Ni siquiera, regalado). Como sea...
Por
último, el pequeño dijo: —No interesa. ¡La navidad es para jugar! Jugar, y
jugar, y jugar. Bueno, hasta pronto, desconocido—
Eso
último dejo frío a Nico. Jugar, y jugar, y jugar. Lo que había desde hace unos
cuantos años en una sola palabra repetida tres veces. Lo que lograba hacer con
la ventaja de la apariencia que atraía a toda la superficialidad de su mundo.
Señoritas y señoritos que lo buscaban sólo por su físico envidiable, por un
placer sexual, durante un corto período de tiempo que tarde o temprano
terminaría para dar paso a la siguiente presa del muchacho de 25 años.
—Gracias
por encontrar a nuestro hijo. Feliz Navidad— Le dijo Natalia al joven,
intentando irse con su esposo y su hijo de la forma más acelerada posible. Por
cierto, el Feliz Navidad lo mencionó
para salir del paso, pues ese día era un nublado 16 de diciembre. Magnifica
despedida la de aquella cuarentona despreocupada, su esposo salido de
videojuego cutre, y su hijo inocentemente materialista.
Pues... ¿Qué carajo, Nico? Feliz Navidad (por más 16 de Diciembre que haya sido)
No
musitó palabra alguna después de ese momento. Regresó a la plazoleta principal
del pueblo con decoraciones y un villancico sonando de fondo (Un Feliz Navidad interpretado por José
Feliciano, irónicamente). La banca donde debía estar su siguiente cita
estaba vacía, aunque eso ya no le importaba mucho. Creía haber aprendido el
verdadero significado de la navidad, pero aquello fue sólo un espejismo.
Descompuesto, comprendió que siempre había vivido la esencia real de aquella
festividad en ese mundo de plástico en el que vivió. Nada de dar o de hacer
feliz a otra persona de manera desinteresada, o de ofrecer aprecio genuino… No,
no, eso no era parte del menú.
Y el
silencio tomó asiento en su mente, cordialmente y gustosamente…
.
.
.
Aquí
termina el cuento de navidad que me apasione en crear este año. Espero que se
hayan entretenido (o que hayan hecho ocio) con mi intento de literatura. Nos
vemos en el próximo artículo: el del 28 de diciembre. ¡Hasta la otra!
¿Será?
Página
de Facebook: https://www.facebook.com/yaviene.todoasutiempo15/
“Ahora el fin marca un nuevo inicio”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario