¡Ahora han entrado a un nuevo inicio!
En 1979, Chile era lo suficientemente distinto para ser considerado un lugar en el que el día a día hacía surgir la dificultad en cada uno de los hogares. Tras 6 años de dictadura, el riesgo de desapariciones y muertes estaba en su punto más alto, además de que la tensión entre insurgentes legales e ilegales no hacía más que volver a explotar en cada ocasión posible.
¿Es usted feliz? (Santiago de Chile, 1979)
Una generación de niños había crecido lo suficiente como para ya estar creciditos en el ocaso de esa década desoladora y poco prometedora. Era impensable que a partir del compañerismo (y posterior amistad) de tres jovencitos pertenecientes al Liceo 6 de San Miguel, se formarían uno de los más afamados legados de toda la historia de la música latinoamericana. Cabe destacar que así sucedió, pero me estoy adelantando bastante. Ya saben, todo a su tiempo.
El liceo 6 (actualmente llamado Andrés Bello) de San Miguel, en la actualidad.
El interés por la música, las ganas de trascender con dicho arte, y el ánimo de divertirse, fueron los impulsores de que Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia, con apenas 15 años, se plantearan el hecho de formar bandas en las que se explorara la capacidad artística de cada uno. Eso sí, Tapia no estaría involucrado directamente con el primer grupo, pero si sería cercano a Jorge y Claudio desde ese entonces.
El primer antecedente del grupo definitivo serían Los Pseudopillos, unos chicos menores de edad con la rebeldía suficiente en aquella época de “rapear” en contra de las injusticias que un gobierno cínico hacía sufrir a los chilenos de aquel entonces, además de ironías difíciles de descifrar acerca de la idiosincrasia chilena.
Pseudopillos - De izq a der: Claudio, Jorge y los hermanos Beltrán.
No existieron reales trabajos discográficos de esta fase tan anterior a lo que en un futuro serían “Los Prisioneros”; aunque son de admirar los recopilatorios ofrecido por Claudio Narea en sus redes sociales en las que se pueden apreciar diversas composiciones de esos chicos sanmiguelinos con instrumentos rústicos, sonido incompetente y amplio vocabulario.
A continuación, una muestra de lo que fueron los Pseudopillos en su máximo furor.
Rodrigo y Álvaro Beltrán eran los otros dos protagonistas de este proyecto. Vecinos de Claudio, compañeros con los que disfrutarían la comedia de varias de las canciones ingeniadas en Pseudópillolandia. No obstante, Jorge y Miguel querían enfocarse hacia una idea más enfocada a una seriedad musical, debido a que ambicionaban con ser los “beatles” de su época.
Dicha intención, se concretaría en la creación de una segunda banda. De nuevo, la influencia de Claudio fue la que otorgó el nombre al proyecto: Los Vinchukas, insectos peligrosos que contempló en una clase del Liceo, y con una cierta familiaridad a los “escarabajos” creadores del legendario Abbey Road..
Los futuros "Prisioneros"
¿Integrantes? Miguel, Claudio, Jorge y Álvaro. Sus composiciones se centran en un contexto más oscuro y de mayor confrontación a la sociedad absurda en la que vivía el territorio austral a comienzos de los años 80. Incluso una de las composiciones iniciales de la banda se burlaba abiertamente de toda esa cultura progresista y revolucionaria de la que supuestamente hacían parte. Fue curioso y muy genial.
Los Vinchukas debutarían en Mayo de 1982 en el mismo lugar donde se conocieron, ese Liceo 6 del que ya se iban a graduar (Hasta existe registro auditivo de esa primera presentación). Después de múltiples presentaciones en otros institutos, el grupo experimentaría una ruptura a finales de 1982 en donde la incertidumbre parecía adueñarse del futuro de aquellos jóvenes.
¿Te sientes un rebelde o algo por el estilo?
Sin embargo, y actuando de manera rápida, Claudio decidió reunirse con Jorge y Miguel para reagruparse en formación de trío y empezar una nueva etapa musical. La cuestión de vinchukas debía quedarse en el pasado por dos razones: Uno, que aquellos muchachos deseaban tener un nombre más profesional. Dos, que no deseaban que Álvaro Beltrán regresara a tocar, debido a la innecesaria interferencia que su hermano había tenido en la anterior banda (Además de ciertos roces con Jorge… Todo por una mujer).
¿Los Criminales? No, era un nombre muy revelador y poco fiable con la realidad… Miguel se las había ingeniado para idearse algo más acorde y más atractivo: Los Prisioneros. ¡La raja!* ¡Los Prisioneros!
*La raja: Bacano, increíble, lo mejor
El trío definitivo de Chile había quedado conformado.
Aquí termina el capítulo piloto de una serie histórica que quiero realizar analizando la historia de la que, a mi parecer, se convirtió en el grupo de rock chileno más importante de la música. Pendientes de la página, que pronto saldrá la siguiente parte. ¡Hasta la otra!
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“Ahora el fin marca un nuevo inicio”
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