¡Bienvenidos de nuevo a esta dimensión!
No pensé que volvería a hablar de una serie tan
pronto en esta página. Pero considero que el tema que vamos a tratar hoy tiene
los méritos suficientes (e incluso más) para ser reseñada al estilo que ya
conocen: desmenuzando cada apartado que sea clave, evitando la proliferación de
spoilers y quizás convenciendo a más de alguna persona de adentrarse en dicho
contenido. Con la introducción ya establecida, alisten sus identidades falsas y
sus mejores disfraces para darles la bienvenida a esta ojeada, revisando una de
las más simpáticas series de la televisión latinoamericana en general: Los
Simuladores. Comencemos.
¿Entonces qué tenemos aquí? Los Simuladores.
Serie argentina emitida desde 2002 hasta 2004, que involucra a cuatro
individuos que sostienen una organización que se encarga de solucionarles los
problemas a quiénes lo necesiten. Las personas se enteran de su existencia
mediante la recomendación de clientes anteriores de relativa cercanía,
impulsando una promoción “de voz a voz”. Desde el primer momento se deja en
claro que no es un servicio social, debido a que sus operaciones tienen un
costo consistente en el doble de lo presupuestado con el ánimo de resolver una
situación específica. Más allá del reducido altruismo y de los métodos poco
ortodoxos que utilizan, las metas del equipo son nobles y los objetivos buscan
ser cumplidos en su totalidad, y de manera irreversible.
En el anterior párrafo largo resumí la idea
central de la serie, como para que se sientan familiarizados con el tópico a
tratar. No obstante, aún no he empezado la reseña formalmente hablando. Por lo
que, para darle inicio a la misma, me remitiré a los antecedentes y a la
estructura del programa para ir construyendo el punto central del artículo.
Capisci?
Un producto televisivo que puede catalogarse como
antecedente significativo con características parecidas es el de Los Magníficos
(o The A-Team, siendo su nombre original). El seriado ochentero resaltaba el
concepto clave de la justicia paralela, cuya aparición se efectúa cuando la ley
peca de ser injusta u opresora con el ciudadano del común. En el momento en el
que este último no tiene garantías de vivir dignamente, allí estará una brigada
al margen de las instituciones ordinarias para tenderle una mano. Eso sí, aquel
equipo se encargará de verificar que no sea un individuo indeseable debido a su
trayectoria y comportamientos anteriores en su vida. Así mismo, el grupo se
reserva el derecho de no atenderte por ser una potencial amenaza para ellos o
para la misma humanidad.
Este tipo de organizaciones cuentan con controversia
desde su misma concepción. ¿Qué tan bien o tan mal pueden resultar las acciones
de aquellos grupos? ¿Con qué poder moral o sabiduría cuentan para decidir sobre
el destino de los individuos involucrados en cada situación? ¿Cuáles son los
daños colaterales en cada instancia? Todo ese mar de dudas es el génesis de la
idea de Los Simuladores, pero por fortuna no es todo el trasfondo… Más bien, la
serie va unos pasos más allá de lo que se planteó en productos similares.
El enfoque no está en la acción o la aventura, sino en
el entramado de los casos, los detalles de cada historia y las formas creativas
en las que Los Simuladores construyen cada operativo para solucionar la vida de
cada cliente. Aquí comienzan los puntos de quiebre respecto a conceptos como el
de Los Magníficos, debido a que las soluciones no sólo son pedidas por personas
con problemas de vida o muerte… Más bien pueden ir desde lo banal hasta lo
amenazante. Y las soluciones propuestas no implican eventos rimbombantes llenos
de disparos y explosiones, sino circunstancias planeadas e intervenciones de
figuras claves que pueden alterar decisiones o personalidades que aparentan ser
inamovibles.
A la hora de preparar las simulaciones, entra a
relucir el talento de cada uno de los miembros de la organización para
constituir cada una de estas: Uno se encargará de investigar a fondo a cada
persona involucrada; otro proveerá los elementos necesarios para el éxito de la
misión; otro será el foco de atención al emular a algún personaje ficticio
cuyas acciones tendrán gran inferencia en el plan; y el último va a fungir como
el cerebro detrás de todas las situaciones, interacciones y consecuencias que sucederán
en el episodio.
En el artículo de El Robo del Siglo, resalté la
aparición de pay offs como valiosos añadidos que dinamizaban la trama y
el desarrollo de cada uno de los personajes. Pues en este caso, aquellos
recursos se ven amplificados tanto por el formato como por la misma calidad
expuesta en el programa argentino. Al ser una serie de tinte inicialmente auto
conclusivo, cada detalle (dato, frase, canción o actitud) puede convertirse en
un factor decisivo en el resultado de la misión: así como algunos son planeados
y conversados por los estelares del capítulo, otros se quedan en algún comentario
jocoso aparentemente sin relevancia que a posteriori cobrarán su respectiva
factura. Al final, cada actividad u objeto (por más corto o pequeño que sea)
evitara pasar desapercibido en medio de todo el entramado.
Sea como sea, todo pasará su cuenta de cobro en el transcurso de la trama
Y antes mencionaba que el programa era auto conclusivo
en sus comienzos, pero ese rasgo sufre un cambio considerable… De hecho, la
modificación progresiva del formato se da por dos fuertes motivos: la
continuidad de personajes “episódicos” en la historia global, y la
complejización de esta última. En cuanto a la primera, surge como acuerdo entre
el equipo de Simuladores y el cliente satisfecho: No sólo es cuestión de pagar,
sino que desde ese momento pasas a convertirte en personal de apoyo de la
organización (puede ser facilitando materiales para la misión, consiguiendo
instalaciones o participando en futuros operativos como personaje). Y respecto
a la segunda, sin el ánimo de dar spoilers, sólo podría indicar que se van
desarrollando subtramas que pueden afectar el correcto funcionamiento de la
organización, aparte de las misiones rutinarias.
Con lo anterior dicho, no se le podría catalogar como
un seriado episódico; pero tampoco conserva la totalidad de los rasgos de una
historia lineal. Es una amalgama de las dos, que toma sus mejores características
para potenciar la experiencia que le da a cada espectador. Dicho equilibrio se
ve reforzado por su duración: 24 capítulos de 55 minutos en promedio,
repartidos en dos temporadas (una de 13 y otra de 11). ¿Por qué? Básicamente
sería imposible mantener todos los hechos y personajes de este universo
coherentes en caso de que se incrementara la cantidad de historias relatadas.
Así se ha formulado esta realidad televisiva: mientras relatos como Los Simpson
pierden cada vez más su razón de ser, otros saben cuál es el momento preciso
para finalizar.
En referencia a personajes, entra a relucir el ingenio
y la variedad. La convivencia entre cuatro perfiles muy diferentes entre sí,
pero que combinan sus habilidades para el desarrollo de cada operativo es tan
épico como satisfactorio. Más allá de que tengan identidades falsas en los
operativos, las actitudes y comportamientos de cada uno seguirán ahí presentes.
Y para rematar, existe una evolución en los mismos. Porque el cuarteto visto en
el primer capítulo no es el mismo que se ve en los intermedios o finales de
cada temporada, y cada vez se moldea el carácter de la totalidad de los
integrantes (y algunos de sus colaboradores). No tienden a la caricaturización,
sino a una amplificación de cada personalidad definida.
¿Y las actuaciones? Pues no sé lo suficiente del tema
como para dar un juicio objetivo. Sin embargo, considero que cada actriz y
actor sobresalen en dicho rubro. Compensa claramente el evidente bajo presupuesto
que se manejó y los errores respecto a escenas grabadas; porque los micrófonos
que se asomaban cortesía de la producción no lograron pasar desapercibidos. De
hecho, aquel sería un pecado “fuerte” que se le puede resaltar; aunque es
insignificante respecto a las virtudes que ya le he abonado en el transcurso de
este artículo.
Por último está la música: banda sonora e incidental.
Esta última, a cargo de Guillermo Guareschi, trata de condensar misterio, drama
y argentinidad en una colección de instrumentales que son agradables de oír. En
su mayoría son versiones inspiradas en la segunda canción de apertura del
programa creada por el mismo Guareschi (Simuladores Cortina), con fuerte
influencia en el Cite Tango de Astor Piazzolla, primer tema de introducción de
este mismo seriado.
Y en relación con el soundtrack, es posible
destacar que se encuentra conformada por grandes éxitos del ayer cuya
utilización ambienta de forma eficaz cada escena, además de conformar elementos
relevantes en el correcto progreso de las misiones (en caso de que sean
factores icónicos en la psiquis de los personajes). Se evocan sensaciones como
la nostalgia, la epicidad, la timidez, la euforia, entre otras que permiten
comprender las vivencias mostradas en cada episodio. Variados son también los
géneros abordados, y quizás una que otra sorpresa pueda aparecer con alguna
pieza que el espectador logre reconocer y hasta tararear.
Para concluir esta reseña, me aventuro a afirmar que
Los Simuladores es un imperdible de la televisión latinoamericana. El encanto
se encuentra presente en el perfil de cada personaje, en las interacciones, en
las posibles formas en las que se va a desarrollar la historia y en la música.
Plantea cuestiones morales y sociales que siguen vigentes en la actualidad, a
la vez que formula ideas que incentivan la reflexión tanto en los individuos
como en los espectadores. Las frases celebres y el humor sutil no quedan
rezagados, y hasta confluyen junto con el desarrollo de perfiles y el
crecimiento de la creatividad a la hora de ofrecer diferentes tramas. En
resumidas cuentas, un exitazo.
Hasta aquí llega el artículo de hoy. Espero que lo hayan disfrutado y manténganse atentos a las novedades en esta dimensión. ¡A tiempo, todo a su tiempo!
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“Los finales siempre marcan nuevos comienzos”
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