¡Bienvenidos otra vez a esta dimensión!
La información del grupo y varios datos claves
pertenecen a fuentes como el diario La Tercera, la autobiografía de Claudio Narea:
Mi vida como prisionero y diversos vídeos de YouTube con archivos
correspondientes a presentaciones y entrevistas.
Y
el reconocimiento llegó…
Resultaba curioso como aquellos muchachos que vivían
al otro lado de la cordillera no eran tomados en serio en la región del Río de
la Plata. Tanto el público como los medios “especializados” no sentían ni una
mínima atracción por el rock/ska protesta, mientras seguían encantados con el
talento local. Confirmo que proyectos como Virus o Soda Stereo contaban con un
estándar muy alto de calidad, por lo que lo criticable radica en la soberbia de
la industria musical argentina de cerrar las posibilidades para que propuestas
internacionales lograran ingresar al medio artístico del país.
Y al mismo tiempo, fue irónico que el éxito
latinoamericano iniciara su expansión por la parte norte de Sudamérica. Lo que
agrupaciones argentinas aclamadas como Sumo no consiguieron, fue el destino de
aquellos rechazados que aterrizarían en Perú, Colombia y Ecuador. De hecho, la
banda desarrollaría una cercanía especial con los primeros dos, que incluso se
encargarían de tenderles una mano en los momentos más bajos de su historia.
Pero eso es para artículos posteriores…
Aquel año 1987 marcaría una situación dual dentro del
grupo. Por un lado, estaba esa fama de rockstars que explotaban en las tarimas
a la hora de tocar sus temas más icónicos; y por el otro, se encontraba aquella
vida rutinaria de jóvenes adultos que sobrevivían con lo poco que tenían y cuyo
impacto en el país no tuvo una directa traducción en el ámbito económico o
social. Seguían siendo los hijos de la comuna de San Miguel, de un barrio de
clase media que aún era afectado por las nefastas consecuencias de una
dictadura, y donde la poca libertad de expresión reclamada pasaría factura más
adelante.
Entre septiembre y octubre comenzaría la elaboración
del tercer trabajo de larga duración del grupo: La cultura de la basura, que le
daría un vuelco a lo que venía ofreciendo el trío hasta ahora. Fue concebido
como un álbum contestatario por naturaleza, que llegará a una acidez directa
frente al fenómeno dictatorial que tendría sus días contados en el país
austral. A pesar de que los tintes de crítica social estuvieron en la carrera
de Los Prisioneros desde el principio, fue en esta etapa donde casi todas las
canciones se enfilaron hacia un pensamiento de resistencia, una rebeldía
persistente en medio de la opresión, manifestadas en medio de apuntes satíricos
y de alta tensión
También fue el debut de Claudio Narea y Miguel Tapia
como compositores, cuyas aportaciones van desde la excelencia hasta lo más
flojo hecho en nombre de la banda en aquella época. Se nota la falta de
cohesión entre los integrantes para la elaboración de aquellas melodías, debido
a la inexistencia de un proceso creativo conjunto. Como que cada facción estuvo
sola a la hora de componer (Jorge por un lado, y compañía por el otro); y en la
grabación se rejunto todo de la “mejor” forma que les pareciera. Tampoco ayudo
la temprana salida del ingeniero de grabación, Alejandro Lyon, lo cual
influiría en la menor calidad que iba a tener el nuevo álbum, comparado con sus
proyectos anteriores.
Adicionalmente, la relación entre el manager, Carlos Fonseca, y la agrupación, presentaba grandes dificultades: que las composiciones de Claudio Narea y Miguel Tapia son una porquería, que el sencillo debe ser el que yo determino y no el que desee Jorge González… Entre otros líos que mandaban al traste la ya de por sí caótica “armonía” que tenía la banda.
Se creía que todos esos problemas en medio de la
concepción del disco terminarían con el lanzamiento del mismo en el territorio
chileno un 3 de Diciembre de 1987. Sin embargo, esto no fue así. Cuando el
nuevo trabajo discográfico fue percibido como un fracaso comercial, rápidamente
Los Prisioneros regresarían al estudio a regrabar y remezclar algunas de las
canciones para que el lanzamiento latinoamericano lograra una mejor acogida.
Aquella versión modificada se lanzaría unos meses después, en 1988.
La Cultura de la Basura (1987-1988)
0.
Somos solo ruido *
1.
We are sudamerican rockers ^
2.
La cultura de la basura * ^
3.
Pa pa pa * “
4.
Que no destrocen tu vida * “
5.
Usted y su ambición * “
6.
Cuando te vayas * ^
7.
Jugar a la guerra * “
8.
Algo tan moderno *
9.
Maldito sudaca * “
10. Lo estamos pasando muy bien * “
11. Él es mi ídolo * “
12. El vals *
13. Otro día *
14. Poder Elegir *
Todas las canciones fueron escritas por Los
Prisioneros. Los aportes líricos se dieron de la siguiente manera: Jorge
González (1-7, 9, 11, 13, 14); Miguel Tapia (0, 8, 9); Claudio Narea (9, 10,
12)
* Presente en la edición chilena de 1987.
^ Presente en la edición latinoamericana de 1988, ya
sea una canción inédita o contenido igual al de la edición chilena.
“ Presente en la versión latinoamericana de 1988, y es
una nueva versión de un tema de la edición chilena.
Esta vez nos encontramos con una portada de talla más
simple que las anteriores, con el nombre de la banda incorporada en lo que
parece ser un banderín azul con una estrella amarilla, simulando un símbolo
militar; mientras que en la parte derecha y de manera acostada se presenta el
título del disco, cuyas letras oscilan entre varios colores. Una representación
de pluralidad similar sería la que por coincidencia también tendría el
movimiento de Concertación Chilena en contra de la dictadura con su famoso arcoíris.
Aquí conoceríamos a la versión más cruda de Los
Prisioneros: un escenario lleno de dificultades familiares, envidias, xenofobia
y una constante presión dictatorial que impedía una vida digna. Eso sí, también
había lugar para el optimismo hacia un nuevo rumbo, teniendo en mente un futuro
prometedor para la sociedad y una expansión de la identidad del grupo a más
latitudes del continente.
Todo inicia con Somos sólo ruido, una
introducción que combina la disciplina de una tonada militar manifestada en la
trompeta de Louis Armstrong con la rebeldía punk que desemboca en sonidos
desordenados y con una lógica prácticamente inexistente. Consiste en una
crítica irónica a aquellos que descalificaban el desempeño de la banda en un
escenario, e incluso puede satirizar a las personas que puedan despotricar
contra el sonido sucio y de menor calidad de este nuevo álbum. La batería es el
alfa y el omega de este track. Dura minuto y medio, pero no es tiempo perdido.
La que sigue es la canción más épica e icónica que el
grupo pudo haber creado en su historia. Tan es así, que la señal
latinoamericana de MTV inició sus transmisiones con su respectivo vídeo. Aquí
está We are sudamerican rockers, un homenaje burlesco al rock and roll y
a su identidad más pura originada en los años 50; que al mismo tiempo reafirma
la esencia del artista hispanoparlante de aquellos años: ignorados,
discriminados, con envidia, pero igualmente rebeldes, imponentes y necesarios. La
guitarra sólo destaca de una manera bárbara en el interludio instrumental,
mientras que la batería y el sintetizador marcan territorio de forma
contundente a lo largo de toda la melodía. Una genialidad absoluta.
“Y tenemos aquí un disquito simpático para ti muñeca,
que estás solita en tu casa. A ver, a ver, Ah, Los Prisioneros… La cultura de la basura”. De esta
manera comienza el track homónimo, que con unas panderetas da inicio a un
testimonio fidedigno acerca de una vida juvenil bombardeada por la cultura del
consumismo en medio de la represión. El apartado instrumental es idéntico o
prácticamente calcado del que posee Somos sólo ruido, donde la batería
es el eje sonoro en detrimento de las cuerdas. De hecho, lo más rescatable es
el mensaje satírico que prevalece en toda la canción, porque la saturación
auditiva del resto de elementos puede llegar a cansar en altas dosis.
Ahora es el turno de Pa pa pa, también conocida
como “Un modo elegante de burlarse de los mensajes cursis de amor y paz de la
cultura hippie”. Con esto se demuestra que Los Prisioneros eran capaces de
ridiculizar cualquier cosa, y que el hecho de compartir unas u otras ideas no
eximían a las personas de lo que pudieran pensar los demás. Aunque al mismo
tiempo, esta composición también puede reírse en la cara de los ingenuos que
pensaban que la dictadura era un campo de flores y que el autoritarismo era un
simple mito… Ni idea, pero de todas formas aprecio ese coro pegadizo y que no
transmite mensaje alguno: es la cereza sobre este pastel de mofa. ¿Y la
instrumentación? Está más balanceada que en pistas anteriores, aunque el
sintetizador se roba el espectáculo sobre todo lo demás en ese particular
estribillo. La versión latinoamericana agrega unos beats al principio y un
ambiente sonoro más organizado, pero está lejos de opacar el trabajo realizado
en la edición inicial.
Seguimos con otra melodía que marca un hito dentro de
esta producción. Al principio, un eco que parece no tener final. Y después, la
entrada hacia una balada que tiende a una absoluta melancolía. Que no
destrocen tu vida es un grito de rebeldía dedicado a las familias que no
permiten que sus vástagos armen su entorno de la manera en la que deseen,
interviniendo en relaciones amorosas, vocaciones, y demás puntos clave de su
desarrollo personal. Incluso, corre el rumor de que Jorge González se la
compuso a su compañero Claudio Narea, al ver las dificultades familiares que
atravesó cuando decidió armar un proyecto de vida con su prometida de ese
entonces.
Esta resulta ser la tonada más parecida a lo que el
grupo hizo en su disco anterior, con un correcto equilibrio entre los
instrumentos de siempre, el sintetizador y la voz. A pesar de ser un material
cuya intención no es criticar al régimen dictatorial de aquella época, continúa
siendo una creación genial para el álbum, incluso más que otras con la notable
intención antes mencionada. Considero que su remezcla correspondiente le quita
el sentimiento melancólico y le agrega unos sonidos sintéticos fastidiosos que
son bastante estorbosos.
El disco continúa su rumbo con Usted y su ambición,
dirigida a los empresarios y jefes que maltratan a sus subordinados para
obtener más ganancias. Si, así de sencillo y tajante. Al esquema de batería y
cuerdas, regresa la pandereta para agregarle un toque picante a la canción, el
cual puede reflejar el odio que tienen los trabajadores a esos gerentes tiranos.
No hay mucho más por decir, debido a que aquí no hay un gran trasfondo. Ni
siquiera en la versión latinoamericana hay algo por resaltar, debido a que sólo
hay unos pocos efectos sintéticos que la diferencian de la edición original.
Después está Cuando te vayas, centrada en el
desgaste de una relación amorosa. Ya las dos personas no se soportan, y la
separación es la única salida. Tanto los sintetizadores como las cuerdas
simulan un ambiente del lejano oeste, asemejándose a lo hecho con Quieren
dinero del trabajo discográfico anterior. Aquí comienza un punto del álbum
que es difícil escuchar, debido a que estas creaciones carecen del ingenio y
del carisma que antes eran puestos. No es un mal producto, pero reitero que es
complicado de asimilar.
Sigue Jugar a la guerra, una crítica mordaz y
frentera a los militares y al complejo de superioridad que poseen a la hora de
mostrar su poder armado. Con un ritmo coqueto, una percusión tan rápida como
constante y una letra ácida; es una perfecta humillación hacia las pretensiones
de las altas esferas de los pelotones castrenses. La versión latinoamericana es
mucho más corta que la chilena, pero con la sustancia suficiente y sin tanto
relleno.
Algo tan moderno, al ser otra de las joyitas que no fue compuesta por
Jorge González, fue descartada de la edición latinoamericana. A pesar de eso,
no tiene desperdicio. Puede tratar sobre dos temas: O el embarazo juvenil de
una pareja inexperta, o la revelación de la homosexualidad en una época muy
difícil para ello. Sea cual sea el tema, se ajusta de forma adecuada con la
descripción de los hechos dada por Miguel Tapia (sí, el baterista interpreta
esta melodía) en cuanto al rechazo que se va a generar en los círculos más
familiares con los que el individuo “cuenta”. Algo increíble es que esta
canción da un respiro frente a las fuertes y exageradas percusiones de tracks
pasados, con los sintetizadores apoyando el ritmo de manera auténtica y
relajada. ¡Bien por eso!
El álbum llega a su punto medio con uno de sus
highlights: Maldito sudaca. Volvemos al punk ska de una forma xenofóbica
y discriminativa hacia algunos de los ciudadanos más destacados de América
Latina. La combinación entre la rudeza instrumental, la simpleza lírica y la
firmeza vocal logra un coctel auditivo tan simpático como placentero. Así
mismo, el notable arribismo violento de primer mundo también es objeto de una
sátira graciosa y detestable. La versión latinoamericana no hace una
modificación tan evidente del sonido, limitándose a limpiar las fallas de
origen de la primera edición. Un clásico indudable.
“Soy pobre pero estoy contento”… Lo estamos pasando
muy bien es otro de los momentos más legendarios del disco, el cual
consiste en una ironía de pe a pa acerca de la utopía vendida por un gobierno
corrupto con unos medios de comunicación comprados. En el momento en el que la
canción fue estrenada, sirvió como una ingeniosa parodia a la posverdad
establecida por el régimen dictatorial de cómo se vivía en el territorio
chileno. La ridiculización militar del inicio y el sample de Pedro Picapiedra y
Pablo Mármol al intermedio dotaron a la melodía de un estatus de culto bien
merecido. A pesar de la mejor interpretación vocal de la versión
latinoamericana, la suciedad y rusticidad de la original calzan adecuadamente
con la satirización del confort establecida desde un inicio. ¡Grandiosa!
A continuación se encuentra Él es mi ídolo, que
se enfoca en un culto exagerado hacia la figura de un rockstar que ha contado
con los privilegios necesarios para alcanzar la fama y el éxito masivo. El mito
indica que esta canción fue escrita en tono irónico para Gustavo Cerati, debido
a las facilidades que le dieron a Soda Stereo para impactar al público chileno,
en contraposición a la múltiple censura que el país siempre le colocó al trío
de San Miguel. Más allá de que Jorge González intenté desmentir esta teoría, o
de que aquellos hechos cuadren con la realidad, no hay una evidencia segura que
confirme si es verdad o mentira.
Contiene elementos sonoros relacionados al electropop
y al dance, mostrando rastros de lo que se vería en proyectos futuros de la
agrupación. De hecho, hasta la misma temática de la letra, que no está tan
inclinada hacia la crítica social, también podría considerarse como precursora
de melodías posteriores como Estrechez de corazón o Con suavidad.
Eso sí, al conservar un elemento clave como lo es la percusión intensa,
mantiene la esencia del presente álbum. ¡Una atractiva propuesta!
El trabajo discográfico vuelve a dar un bajón tremendo
con El vals, una composición que ni al mismo autor le terminó por
gustar. Es más que evidente que lo hecho por Claudio Narea es bastante flojo y decepcionante.
La letra no va a ningún lado y la interpretación vocal es sencillamente
desastrosa. En Lo estamos pasando muy bien funcionaba su “talento” vocal
debido a que no requería un estricto canto, sino más bien como un pseudorap
que tiende más a una lírica hablada. Aquí no: Esa melancolía sintética
combinada con el desafine constante no provocan la tristeza que se desea transmitir;
cayendo más bien en la vergüenza ajena. Hasta ahora, esta sería la peor canción
de Los Prisioneros.
Con Otro día mejora un poco el panorama, pero
tampoco es la gran cosa. La descripción adecuada para una tonada como esta es:
Potencial Desperdiciado. Siendo una crítica al ritmo de vida repetitivo de los
obreros, podía llegar a ser un material tan ambicioso como Muevan las
industrias, pero se restringe con una ejecución lírica e instrumental
mediocre. Simplemente una idea mal aprovechada que intenta levantar vuelo con
los teclados finales.
El álbum cierra con Poder Elegir, que resulta
ser una bocanada de aire fresco después de los tracks anteriores. Así como es
una crítica mordaz a la realidad vivida en un régimen autoritario, también es
un grito de esperanza ante el futuro que le espera a la sociedad en el momento
en el que se manifieste para tomar sus propias decisiones. Desde unos teclados
que condensan lamentaciones en los primeros segundos, hasta las cuerdas que
junto con la batería suben la nota de la melodía; se logra evocar de principio
a fin el ambiente de tensión e insatisfacción generado en una sociedad cansada
de un contexto dañino. Puede que los 8 minutos de duración sean complejos de
asimilar, pero el mensaje y sonido amigables de la composición permiten hacerla
llevadera. ¡Una genial voz de protesta!
En conclusión, este es un disco irregular. Tiene
puntos de gran excelencia, otros cuantos mediocres, y unos pésimos que no
merecían ver la luz del día. El eje de crítica social se constituye de maneras
ingeniosas, y el eje de situaciones juveniles también se estructura con letras
y sonidos muy acertados. Sin embargo, no hay un esfuerzo por ofrecer una total
cohesión a las ideas del trabajo discográfico,
impidiendo la existencia de una identidad sólida (Y no, el sonido sucio
y desorganizado no cuenta como identidad). Aunque pinta para ser el peor
proyecto de Los Prisioneros hasta el momento, no significa que sea un pésimo
material. Al contrario, es uno con composiciones de gran talla que
lamentablemente se ve opacada por otras que imposibilitan que llegue a ser una
idea sobresaliente. Valoración Final: Aceptable.
La gira de promoción del nuevo disco estaría
inevitablemente marcada por el clima de tensión político que se generaría a
partir del plebiscito histórico que definiría el fin de la dictadura chilena.
Desde un inicio, Los Prisioneros tomaron posición en contra del régimen y eso
definiría el resultado anecdótico de las ventas de sus álbumes y conciertos. La
cultura de la basura se convirtió en un fracaso comercial en Chile, y la gira
destinada para su promoción sólo pudo concretar 7 de las 40 fechas planteadas
originalmente. Fueron vetados por las municipalidades y por los medios de
comunicación, más afines a la dictadura.
Aquella situación obligaría a la banda a buscar el
éxito comercial en aquellos países que los recibieron como grandes íconos del
rock. Ya después de haber visitado Perú y Ecuador el año anterior, llegaba el
turno de aterrizar más al norte, en el país cafetero, concretamente para el que
algunas personas llamaron “el Woodstock colombiano”. El Estadio El Campín de
Bogotá sería el escenario que un 17 de Septiembre compartirían con otras
personalidades del pop, rock y balada en español: algunas de ellas siendo
Miguel Mateos, Yordano y Los Toreros Muertos.
¿El resultado? Aproximadamente unas 70.000 almas
fueron testigos de las canciones más importantes de la trayectoria de la
agrupación chilena. Adquirieron un nivel de reconocimiento titánico en aquel
territorio, que se vería potenciado con el lanzamiento de futuros álbumes y la
realización de otras giras muchos años después.
También asistirían a un concierto de Human Rights en
Mendoza, Argentina un mes después; pero los resultados fueron menos amables. Irónicamente,
en un concierto que pretende resaltar los derechos de las personas, fue
supremamente evidente el ambiente discriminatorio y segregacionista que
padecieron los artistas latinoamericanos, mientras los anglosajones gozaban de
amplios privilegios. “En realidad no nos sorprende, porque esta es una gira de
Human Rights y no de Derechos Humanos” decía Jorge González a la prensa, siendo
explícito con la desigualdad vivida en eventos como ese.
En aquel mes había ocurrido el famoso plebiscito de
Chile de 1988, cuyo resultado dio al NO como ganador. Se terminaban los años
oscuros de régimen autoritario en el país austral, y se asomaba un horizonte
esperanzador para aquella sociedad. No obstante, eso también significaba el fin
de la resistencia y el fin de la realidad bajo la que Los Prisioneros fueron
creados. Ahora que regresaba la democracia, ¿cuál sería el motivo de existencia
de la banda? ¿De qué tratarían las letras de las futuras canciones? ¿Qué
destino le depararía a cada uno de los integrantes? Ningún alma se esperaría lo
que iba a suceder con el trío de San Miguel…
¡Nos veremos más adelante en un próximo episodio de
esta serie de artículos!
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“Los finales siempre marcan nuevos comienzos”